Don Zatti, salesiano
05/10/2022
(5 de octubre de 2022) - En Viedma, alrededor de 1940, el salesiano coadjutor Artémides Zatti fue“el alma” del hospital San José que los salesianos llevaron adelante desde fines del siglo XIX en esa ciudad de la Patagonia argentina. Un lugar donde el cuidado de la vida como viene no se limita a la salud física, sino que se cuidaba a todas las personas de forma integral.
Un peón de campo muy pobre había estado varios meses en el hospital. Estaba agradecido por lo mucho que Artémides había hecho por su salud y por toda su persona. Y además ¡sin cobrarle nada!, ya que no estaba en condiciones de pagar. Expresando su gratitud. No sabiendo cómo hacerlo, le dice:
“—Muchas gracias por todo, Don Zatti. Me despido de usted, dele muchos saludos a su esposa, aunque no tengo el gusto de conocerla…
—Ni yo tampoco, le contestó, riendo, Zatti”.
En las cosas grandes, uno puede fingir. En las cosas pequeñas, uno se muestra como es. Y en esta respuesta podemos rastrear algo de la vida y el corazón de Don Zatti.
Cercano, hermano
A Zatti le tocó sufrir el desarraigo, la emigración, las limitaciones económicas que hacen que deba dejar de estudiar para trabajar, las dificultades para abrirse paso en su comunidad. Todos aspectos que son síntomas de pobreza… y esto, paradójicamente, lo ayudará a comprender los dolores y las necesidades de los pobres.
El vivir su vocación salesiana como salesiano “coadjutor” o “hermano” le facilita esa cercanía. Don Bosco piensa a los salesianos coadjutores como presencia educativa cercana entre los jóvenes y los sectores populares. Lo hace en un contexto social, el de la Italia del inicio de la Revolución Industrial, en el que hay una falta de simpatía por parte del pueblo hacia todo lo que sea “conventual” o “claustral”.
Esta sencillez y la ausencia de “formas” eclesiásticas de los salesianos coadjutores —que no es únicamente la vestimenta o las tareas que se realizan, sino también la forma de pensar, de mirar el mundo entendiéndolo como un lugar donde el Reino de Dios crece—, les permiten estar cercanos y ser uno más, y tener llegada incluso en ambientes y en personas que, de otra manera, se mantendrían alejadas de la fe.
Entonces, esta vocación del salesiano coadjutor no será tanto referida a lo que se puede hacer o no, sino a cómo se trata de ser en el hacer. Es así que muchas veces encontramos a coadjutores realizando tareas o propuestas que no son las habituales en la actividad salesiana, como fue en Don Zatti el ser enfermero.
La vocación de hermano coadjutor de Zatti no es el resultado de una carencia, porque “no le quedara otra”, dado que la tuberculosis que había padecido cuando estaba en el seminario salesiano de Bernal le impedía continuar con su sueño de ser sacerdote salesiano. Sino porque, a partir de esa circunstancia, encuentra otra manera de desarrollar su vida y sus ansias de servir y ser feliz. Como muchas veces pasa, del dolor y la limitación pueden surgir más amor y un horizonte muchísimo más amplio que el anterior.
Esta cercanía en Don Zatti se expresa en otro detalle: continúa moviéndose en bicicleta. Le ofrecen comprar algún auto, para moverse “más rápido” y “alcanzar a más personas”. Prefiere la bicicleta, que permite detenerse a dedicar tiempo a las personas.
Con alegría
El Dr. Ecay, médico del hospital, le preguntó una vez: “Don Zatti, ¿cómo hace usted para estar siempre de buen humor?” Zatti contestó: “Es fácil, doctor: tragando amargo y escupiendo dulce”.
Tener un semblante alegre y responder con humor, aún en las circunstancias más difíciles, surge de un corazón que está en paz con Dios y se siente amado por Él, que sabe relativizar las situaciones, identificando qué es lo esencial. Tal vez Don Zatti podría haber respondido con un argumento centrado en la teología de la vida religiosa a esa persona que le mandaba saludos a su esposa, pero su respuesta fue otra. Entendiendo también que la vocación del religioso salesiano es un poco desconocida e incomprendida, a veces con falta de reconocimiento social ante la valoración que la sociedad tiene de la figura del sacerdote. Pero esto no le preocupa o entristece a Zatti. Él entiende que lo esencial siguen siendo “las personas” —Da mihi animas, caeteratolle— y su bienestar, y a ellas se dedica.
En comunidad
En el hospital siempre hubo un muy buen equipo de trabajo, que Don Zatti formó a su imagen y semejanza. Trabajaron allí otros salesianos e Hijas de María Auxiliadora, además de varios médicos y enfermeras. En todos ellos, la motivación inicial era poder ayudar con profesionalismo y una visión integral a quienes más lo necesitaban. Y, desde la perspectiva de Zatti, ayudar también a crecer en la fe a quienes eran sus colaboradores.
Un médico, con serias dudas de fe, llegó a decir: “Frente a Zatti, flaquea mi incredulidad, si hay santos sobre la tierra ese es uno de ellos. Cuando estoy por tomar el bisturí en la sala de operaciones y lo miro a él ayudando en la operación, con su sabiduría de enfermero y con el rosario en la mano, el ambiente se llena de algo sobrenatural”.
Texto publicado en https://zatti.org